¡Esta es la gran pregunta!
Hay algo que deseo dejar claro… ¡Cambiar es doloroso! Siempre lo ha sido y con toda seguridad va a seguir siendo así, al menos para una parte de nosotros.
¿Por qué el cambio ha de ser doloroso? Es sencillo, porque implica salir de nuestra Zona de Confort y dejar atrás la imagen que tenemos de nosotros mismos, nuestras creencias, en ocasiones también nuestros valores; y sobretodo nuestra vieja y querida forma de ser, la cual, por mucho que nos limite y nos frustre, es la única que hemos conocido hasta ahora.
Pero, ¿qué nos espera entonces, más allá de nuestra Zona de Seguridad, en el territorio de lo incierto y desconocido? – Esta pregunta también tiene una respuesta sencilla: ¡Todo lo que aún hemos de descubrir de nosotros mismos!
Parece, a simple vista, como si nos hubiéramos conformado desde que éramos muy jóvenes con una forma de ser y de hacer que aprendimos de nuestro entorno y de nuestras primeras experiencias importantes en la vida, y desde entonces hemos renunciado a revisarla, actualizarla y mejorarla en cualquier de sus múltiples aspectos.
Apenas sabemos nada de nosotros mismos, e ignorantes de nuestros dones y habilidades más insospechadas y poderosas, latentes en lo más profundo de nuestro inconsciente, continuamos nuestro camino por la vida desempeñándonos del mejor modo posible, dadas las limitadas herramientas con las cuales nos hemos equipado.
Somos tan dependientes de nuestra vieja y conocida personalidad, adoptada -en general sin otra elección posible- en los primeros años de nuestra vida, que sentimos un profundo pavor a ir más allá de esta imagen limitante y encontrar algo mucho mejor… ¡Tenemos miedo de nosotros mismos!
Así es, efectivamente, para nuestro arcaico pero siempre presente Cerebro Reptiliano, del cual ya escribí en anteriores artículos. La programación que opera en este pequeño pero muy poderoso cerebro,
que conforma, junto con el Mesoencéfalo y el Neocortex, nuestro complejo sistema de tres cerebros, fue implementada desde los primeros estadíos de la vida en la Tierra, pasando de los reptiles -de ahí su nombre- a las aves, los mamíferos y por fin, a nosotros, los seres humanos.
Y esta programación está enfocada a un solo objetivo: ¡La supervivencia!
Así pues, después de sabido todo esto, podemos hacernos la siguiente pregunta: ¿Hemos de cambiar y arriesgarnos a desenvolvernos en la Zona de Incertidumbre, o es mejor quedarnos como estamos?
Prácticamente en cada proceso de Coaching que comenzamos nos encontramos con esta primera duda y resistencia de nuestros clientes a efectuar cualquier cambio importante en sus vidas y/o su desempeño
profesional.
Y yo siempre les explico que si bien efectuar un cambio, saliendo de su Zona de Seguridad, implica arriesgarse a perder lo que todavía se tiene, a lidiar con lo desconocido y a sufrir los inevitables embates de nuestros miedos, la gran pregunta que han de hacerse es: ¿Cuál es el precio de no cambiar?
Esta es una pregunta profunda y muy poderosa… Se me ocurren otras preguntas, por ejemplo:
- ¿Qué tienes ahora que puedes perder por no arriesgar?
- ¿Qué vas a dejar de ganar por permanecer como estás?
- Si en vez de mirar desde el presente, con una perspectiva limitada y a corto plazo, miraras desde el futuro, ¿elegirías seguir adelante, dejando atrás todo lo que te limita, para crecer personal y/o profesionalmente y lograr tus más altos objetivos, o te conformarías con lo que en aquel día llegaste a ser y a conseguir?
Se dice que los seres humanos actuamos motivados principalmente por evitar el dolor antes que por lograr el placer. En este caso pongamos, como si fueran los platillos de una balanza, nuestras ganancias y nuestras pérdidas, tanto si decidimos cambiar como si elegimos no hacerlo, y veamos qué pesa más.
Si somos sinceros con nosotros mismos, reconoceremos que salimos ganando con el cambio, si no en todos, al menos en la gran mayoría de los casos.
Y de esta manera tendremos una motivación clara para ponernos en marcha hacia nuestra mejor versión, y evitarnos el doloroso trance de escuchar de nuestro propios labios, en los últimos momentos de nuestra vida, aquel lamento que tantas veces escucho de sus pacientes terminales la psicóloga y tanatóloga Elizabeth Kübler-Ross:
“Me arrepiento de lo que no hice en mi vida, y ahora se que ya no puedo hacer nada, porque mi tiempo en el mundo se ha acabado.”
El cambio es natural, inevitable y sano en el universo en el cual vivimos.
Cooperemos pues con él, y démonos todas las oportunidades para disfrutar de lo mejor.
Manuel Marques Robles
Coach para el Camino del Héroe
Autor de «Se Tu Mejor Versión – Con el Coaching y El Camino del Héroe»
http://encaminodelheroe.blogspot.com.es/
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